LA CRISIS DEL LIMÓN
Quien crea que la visita de Omar García Harfuch a Apatzingán iba a resolver la crisis que afronta el sector limonero de la región por las extorsiones de los grupos criminales, está muy equivocado, no sirvió de nada porque no habló con los afectados ni con las autoridades municipales.
Los limoneros de Michoacán siguen experimentando temor luego del asesinato de Bernardo Bravo Manríquez, presidente de la Asociación de Citricultores del Valle de Apatzingán, y quien era una de las voces más activas en cuanto a denunciar la extorsión que sufre este sector, los productores ahora tienen la incertidumbre sobre quién puede ser su nuevo dirigente.
Productores mostraron su preocupación sobre si el sustituto pueda seguir la misma línea de Bravo Manríquez o en su caso, sea afín a otros intereses ajenos al gremio, y aunque no han sido amenazados directamente, prefieren mantener un perfil bajo y evitar hacer algún pronunciamiento público.
Además de Apatzingán, esta misma situación se ha reflejado en Buenavista, otro municipio líder en la producción citrícola. El miedo ha alcanzado un nivel extremo que, incluso, no solamente los jornaleros han abandonado sus poblados en busca de mejores oportunidades, sino también lo han hecho los propios productores.
Empresarios han comenzado a dejar las huertas y frutos sin cortar, no es negocio ya sembrar limón, dicen, además ni la muerte del líder limonero influyó para que mejorara el precio por cada kilo de limón.
Actualmente, los «coyotes» ofrecen por cada kilo de tres a cuatro pesos, pero llegando a las empacadoras, tras una «revisión» del cítrico, en cuanto a textura, color y nivel de madurez del mismo, les terminan por rebajar el precio.
Para dimensionar ganancias y pérdidas, por cada kilo cosechado se invierten cinco pesos. Por kilo, añadió, «ya le andamos aportando hasta cinco o seis pesos, pero realmente no nos conviene porque pues es poco el margen de ganancia. Nos están pagando tres, cuatro pesos o dos pesos».
Además del tema de seguridad, los productores alzaron la voz por apoyos para su actividad que permita generar certeza y una trazabilidad verdadera, pues entre cuotas al crimen organizado e insumos elevados, se les van las ganancias.
La incertidumbre reina entre los productores del limón, pero también entre los que cultivan papaya y jitomate, quienes se encuentran ante la encrucijada de pagar la extorsión, dejar el negocio o arriesgar la vida.


 
                                                                                                                                                                                                            




