El hecho en sí, demuestra una vez más los nulos avances para frenar la violencia que azota la ciudad, donde ni los propios funcionarios del Ayuntamiento se salvan
Uruapan, Mich.- Adriana N., una víctima más de la violencia que desde hace meses golpea con fuerza a Uruapan, era trabajadora del Ayuntamiento, servidora pública, mujer, ciudadana.
Y este miércoles su nombre se convirtió en sinónimo de una tragedia que ya no distingue género, status social ni horarios escolares.
El impacto de su asesinato, perpetrado a plena luz del día frente al Instituto Lorenzo Milani, adquirió una dimensión aún más cruda cuando el alcalde Carlos Manzo confirmó su identidad en una transmisión en vivo en redes sociales.
Adriana formaba parte del personal municipal. Su muerte no sólo exhibe la vulnerabilidad de la sociedad en general ante la delincuencia sino también la incapacidad de las autoridades locales para garantizar seguridad.
El hecho en sí, demuestra una vez más los nulos avances para frenar la violencia que azota la ciudad, donde ni los propios funcionarios del Ayuntamiento se salvan, están a merced del crimen y de la muerte, con un gobierno rebasado.
Adriana fue asesinada frente a decenas de familias que llevaban a sus hijos a clases. La escena, descrita por testigos como dantesca, no sólo generó terror en la colonia Ramón Farías: generó rabia.
Entre trabajadores del propio municipio, la noticia corrió con un dejo de resignación.
“Hoy fue ella, mañana cualquiera de nosotros”, comentó un empleado que pidió anonimato.
Con este crimen, se abre una herida profunda en la vida institucional de Uruapan.
Las autoridades no han ofrecido datos sobre el móvil. Y Adriana deja tras de sí un cargo público, una familia, una comunidad consternada y una ciudad que, ante su muerte, vuelve a preguntarse: ¿quién sigue? (RED 113 MICHOACÁN)
