Benito Pablo Juárez García continúa vigente en la memoria colectiva y en múltiples discursos de nuestra clase política, se exalta su papel en los tiempos en que dirigió al país en medio de sendos conflictos, la intervención francesa y el segundo imperio, por ejemplo, también en la guerra de Reforma.
Nuestra historia oficial es maniquea, sin concesiones, buenos contra malos, ángeles y demonios con la correspondiente carga ideológica. En los últimos años se ha discutido en gran medida los trayectos históricos con el caudal de personajes que arrojan luces y sombras, los héroes y villanos fueron personas de su tiempo, habría que contextualizar sus hechos con sus motivaciones.
Benito Juárez, jurista, político y patriota es citado con frecuencia por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien lo califica como el mejor mandatario en la historia mexicana.
El originario de San Pablo Guelatao fue un liberal del siglo XIX, un lapso temporal en el que brillaron las inteligencias de la época con personajes de una brillante biografía como Ignacio Ramírez El Nigromante, Guillermo Prieto y Melchor Ocampo, por citar algunos nombres.
Muchos mitos se han forjado alrededor de Benito Juárez, algunos de ellos con cierta dosis metafísica que revelan verdades con estatus de dogmas que no admiten apelaciones.
Benito Juárez vivió un país polarizado, su visión de estadista es clara como su propensión al maquiavelismo si nos referimos a éste como los medios para llegar y retener el poder.
En aquellos años decimonónicos se libraba una guerra sin cuartel: liberales versus conservadores. Si, alguien podría decir que en la actualidad parecen revivirse episodios que nos remiten a un pasado que parece anclado.
Dentro de las aportaciones que proyectarían a México a la modernidad de hace dos siglos fueron: la austeridad republicana así como la creación del estado laico como producto neto de la Reforma iniciada en 1857.
No podemos dejar de lado que en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari se modificó la Constitución para reconocer las relaciones diplomáticas del Estado Mexicano con su similar de El Vaticano, el artículo 130. Con ello se cerraba un capítulo en sentido contrario al juarismo.
Más recientemente, durante la presidencia de Vicente Fox, éste que desdeñaba la historia y desconocía el derecho, hizo una genuflexión pública ante el Papa. Diversos alcaldes y funcionarios cada vez ignoran en mayor medida la tesis y funcionamiento de la laicidad, seguramente desconocen la obra juarista aunque cada 21 de marzo promueven los retratos del acto cívico, también el 18 de julio, fecha del aniversario luctuoso de Juárez.
El estado laico no es antirreligioso, es decir, no es lo que pretendió forjar Plutarco Elías Calles que nunca ocultó su desdén a la iglesia católica. A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, definió Jesús de Galilea de acuerdo a lo que establece el evangelio en el Nuevo Testamento bíblico.
El estado no debe perseguir a las iglesias, ni éstas deben intervenir en los asuntos gubernamentales, la ley así lo dispone. El estado laico, en opinión de diversos estudiosos del derecho es la mejor opción para una convivencia armónica.
Benito Juárez hizo una gran aportación al marcar la separación iglesia-estado porque la libertad no puede estar sometida a las verdades reveladas fruto de los dogmas religiosos. Por cierto, el mandatario Juárez además de ser católico practicante fue masón iniciado en una logia del Rito Nacional Mexicano.