En las últimas semanas el gobierno de Donald Trump ha sido excesivo en cuanto al trato a los emigrantes, desdén por los derechos humanos, la opresión y la intolerancia de la mano para generar incertidumbre e indignación. Estados Unidos es un país que en su origen en las trece colonias fue impulsado por la migración, ahí radica su génesis.
Se trata de una nación que en su declaración de independencia estableció valores que no deben ser condenados a la extinción, en dicho documento fundacional se puede leer: Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Las redadas en Los Ángeles en días pasados fueron fieras, fue evidente en algunos casos la brutalidad policiaca, entre los excesos se registró el maltrato al senador demócrata Alex Padilla, entre otras tantas acciones como el toque de queda. El estilo personal de gobernar de Donald Trump es autoritario e intolerante, completamente desconectado de los derechos humanos y, al parecer, fincado en ocurrencias. Siguen las deportaciones masivas.
Desde el fondo de los tiempos los seres humanos, así se puede leer en miles de páginas, está en una emigración permanente desde la prehistoria, digamos que es su naturaleza se trata de trashumantes como lo muestran las estampas de nuestra realidad, situaciones que se registran cotidianamente en diversas partes del mundo. En muchos casos la emigración se deriva de gente que ha sido perseguida en sus países de origen porque en muchos lugares se ha sentado una autocracia, sitios en donde la persecución es una alarmante práctica, además del racismo o persecuciones de índole religiosa
En otros tantos países se registra una diáspora motivado por diversas causas, la persecución política o una alta marginación. Europa ha sido destino de un alto número de emigrantes de origen africano y del Medio Oriente, también Estados Unidos y en los últimos años nuestro país ha sido refugio temporal del peregrinar de personas con diversas procedencias que buscan arribar a la nación de las barras y estrellas, las historias trágicas se han multiplicado y es un asunto cotidiano.
En el vecino país del norte muchos actores políticos reniegan de la migración, principalmente su propio presidente, pese a que esa nación es producto neto de los éxodos que llegaron desde Europa y luego de varios puntos del mundo. Si una sociedad es cosmopolita es justamente la norteamericana.
Obviamente, tampoco faltan las voces a favor de los derechos humanos y el respeto a la dignidad de la persona humana. No olvidemos que vivimos en un marco del garantismo y estos asuntos también pasan por una visión humanitaria y empática.
Vivimos en la tercera década del siglo XXI, aunque muchas actitudes y discursos parecen extraídos de la Edad Media en la que el oscurantismo, la superstición y el fanatismo religioso fueron las banderas que ondeaban entre la ignorancia de muchas personas que aborrecieron la ciencia. La realidad es que los emigrantes enfrentan una situación de caos y zozobra.